Este parece un buen sitio para descansar y depositar los huevos.

El pez Nelson (por ponerle un nombre al azar) había encontrado la mejor zona para su futura prole. Con agua limpia y renovada, tenía una ligera y constante corriente que traía alimentos y mantenía una temperatura bastante estable.


Nelson salía a comer y volvía para limpiar los alrededores y proteger de otros organismos a sus pequeños. De vez en cuando notaba que cambiaba la temperatura, pero es normal en el océano, corrientes un poco más frías o un poco más cálidas. Lo bueno es que la media seguía siendo ideal para el desarrollo de sus crías.


No es que Nelson fuese un pez de mundo, ni muy versado en otras especies, pero empezaba a ver organismos que no reconocía. No sabía si preocuparse, porque era capaz de defender su puesta de enemigos conocidos, pero estos peces eran nuevos y lo mismo tenían armas contra las que nada podía hacer. Y es que estaba notando unos cambios que no le hacían demasiada gracia. Las temperaturas, aunque se mantenían dentro de un rango agradable y habitable, cambiaban. Y las corrientes traían nuevos organismos. Vecinos extraños con los que nunca había lidiado y cuyas intenciones desconocía, aunque se temía que lo que querían era comer esa suculenta puesta. Pero Nelson no lo permitiría.
 

¡Ya están aquí! Sus pequeños estaban eclosionando. Dentro de poco su trabajo habría terminado con ellos. Sería interesante buscar una zona un poco menos expuesta, donde pudieran moverse sin peligro de ser engullidos por algunos de estos nuevos habitantes.

¡Mira! No se había dado cuenta de que, a unos pocos metros, había unas rocas con buena pinta… ¿Siempre habían estado ahí? Con el estrés de los nuevos vecinos y cuidar la puesta quizá las había pasado por alto.

– ¡Vamos peques! Nos mudamos ahí en frente, que parece un vecindario un poco más tranquilo.


Bueno, no está mal… La temperatura es algo más baja de media, pero se puede soportar. Ya no tenemos esa corriente suave y constante que traía alimentos, pero parece que hay comida suficiente. Quedaos por la zona, que voy a investigar y ver si puedo comer algo…


Nelson empezó a nadar con el cuidado de siempre, la zona era desconocida y no sabía qué se podría encontrar. ¿Seguro que esto había estado siempre aquí y no lo había visto? ¡Qué despiste más tonto! Había poco que comer y era raro, pero no estaba mal. Algunos peces más grandes y que nunca había visto, pero ya no le sorprendía.

De repente notó un dolor agudo que atravesaba su cuerpo ¿Qué ha pasado? Intentó huir de allí y volver para proteger a sus crías, ¡pero no conseguía avanzar! ¡Algo le retenía y le hacía retroceder!

¡Duele!

¡Duele mucho!

Pero tengo que salir de aquí. Un par de coletazos y seguro que me libero. ¡Venga! ¡Un poco más! Un último esfuer…

Nelson era arrastrado fuera del agua por un submarinista que no salía de su asombro. «¿Pero qué clase de pez es este?» No le sonaba de nada y llevaba años pescando en la zona.
Manuel decidió enviar la foto de su hallazgo a algunos amigos pescadores y a biólogos marinos que conocía. Seguro que alguien le daba pistas de lo que tenía en casa.

Al día siguiente recibió una llamada de uno de los biólogos contactados. Le llamaba desde la Universidad y parecía un poco ansioso.

– ¿Qué tal todo Manuel? ¡Vaya bicho que nos envías! ¿Lo pescaste tú o te enviaron la foto?

– No, no, lo trinqué ayer por la mañana. Es raro ¿verdad?

– Raro, raro… Necesito saber exactamente dónde lo encontraste y si viste alguno más como él. Y, si es posible, me gustaría verlo para saber con seguridad qué especie es. Con la foto que enviaste me da la sensación de que es un pez imposible de encontrar aquí.

La conversación se iba poniendo cada vez más interesante y Manuel accedió a acercarse a la Facultad de Biología para llevar el pez y enterarse bien de qué era y por qué tanto misterio y excitación.

Epinephelus fasciatus.
Epinephelus fasciatus.
Foto: Jean-Lou Justine, CC BY-SA 3.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0, via Wikimedia Commons

Meses después seguía contando la misma historia a pescadores amigos, familiares y colegas de barra.

¡Yo pesqué a Nelson!

¿Nelson? ¿Por qué lo llamaste Nelson?

No fui yo, le bautizó Óscar, el biólogo. Dijo que era de fuera, una especie exótica, que era la primera vez que se veía en Canarias. Dijo que le pegaba el nombre de Nelson, como el que atacó Santa Cruz y le dimos “pal pelo”.

¿Una especie exótica?

¡Posiblemente invasora! Pero tenían que estudiar más al respecto.

(Risas)

¡Claro! ¡De ahí el nombre! ¡Jajaja!

¡Así es! ¡Y yo fui el “Gutiérrez” que consiguió darle caza!

Resulta que Nelson era un ejemplar de Epinephelus fasciatus y era la primera vez que se registraba en el archipiélago canario. Se sabe que, muy probablemente a causa del calentamiento global, la fauna litoral de las islas ha experimentado un proceso de tropicalización. Las temperaturas medias de las aguas han aumentado y esto hace que las especies que llegan encuentren un medio más parecido al de su hábitat natural.

Pero Nelson era especial. Nelson pertenece a una especie del Indo-Pacífico. E. fasciatus suele encontrarse en el Mar Rojo, hasta Sudáfrica, Japón, Corea y hasta Australia.

Distribución de la especie Epinephelus fasciatus
Distribución de la especie Epinephelus fasciatus

Pero esto no explica su presencia en Canarias. A la tropicalización de los mares, hay que unir la enorme cantidad de tráfico marítimo que existe y que, pese a la normativa, suele trasladar especies exóticas en sus aguas de lastre y dejarlas cerca de nuevos puertos (la normativa exige el cambio de esta agua a una distancia de seguridad de puerto, para evitar precisamente la introducción de especies).

Aunque, muy probablemente, Nelson no había llegado en las aguas de lastre de ningún buque mercante. Lo más seguro es que hubiese llegado en alguna plataforma petrolera proveniente de esas zonas. Las plataformas normalmente llegan de diferentes áreas del Atlántico tropical oriental u occidental, pero también del Océano Índico. Y su navegación lenta hace posible que los peces asociados viajen largas distancias, muy lejos de sus áreas originales de distribución, provocando una curiosa mezcla de especies cerca de los puertos.

Este escrito es una ficción basada en este post que escribí para el blog de Centro de Investigaciones Medioambientales del Atlántico, S.L. y en este artículo que publicaron junto a personal investigador del Grupo de Investigación BIOECOMAC, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Laguna y con el Servicio de Biodiversidad de la Viceconsejería de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias.


Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVagua.

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